En
2014, planteé y llevé a cabo, de la mano de 3 comunidades tejedoras, el
proyecto Vestuario, Conflicto y
Territorio, con la comunidad indígena Misak en el departamento del Cauca,
la comunidad campesina de Nobsa en Boyacá y la comunidad indígena Wayuu en la
Guajira. Son 3 comunidades ubicadas a lo largo del país que me compartieron su
tradición oral, los significados de sus vestuarios, su memoria ancestral - casi
perdida con la muerte de los ancianos - y la afectación por tres ejercicios de
violencia dentro del mismo conflicto interno colombiano.
El
primer acercamiento fue con las comunidades tejedoras caucanas y ahí conocí la
operación de comercio de la tercerización, que es el peor enemigo de las
artesanas porque ignora por completo la importancia social que la artesanía
cumple en la comunidad.
Las
mujeres misak artesanas no tienen una ventana para mostrar sus textiles al
mundo, ni siquiera al propio departamento; pero sus vestidos son un medio libre
de comunicación, a través del cual cuentan su propia historia, sus raíces y en no
pocos casos, las diferencias dentro de la propia comunidad.
El
Cauca Misak es un territorio montañoso por donde ha trasegado la guerra,
vestida de muchas formas, sin cesar en los últimos 50 años. Este fenómeno
impidió el crecimiento turístico e industrial, las mejoras de la malla vial y cercó
casi por completo territorios enteros del departamento. La misma capital del
departamento, Popayán, ha sido cercada y bloqueada por semanas en al menos 5
ocasiones en la última década. Como resultado, la comunidad ha estado aislada
de infinitas posibilidades de desarrollo económico distintas a la que ofrecen el
narcotráfico y la guerra.
Imagen
propia
La opción de venta de las artesanías en el Cauca se rige por la idea mercantilista del comercio “justo”, según la cual los artesanos textiles en Colombia deberían hacer una organización estructural para producir con mayor eficiencia, mientras se hace la concientización de potenciales compradores o interesados, para continuar con la instauración de redes interactivas y funcionales de comercio, con los artesanos tradicionales como base. Hoy en día, el Cauca entrega esta tarea a Artesanías de Colombia, una entidad nacional de carácter mixto público privada, en cuya mesa directiva la empresa privada tiene mayor peso. Esta entidad compra a las artesanas sus productos y los re-vende en grandes ciudades, garantizando su originalidad, y cobra al comprador hasta cinco veces más de lo pagado a las artesanas.
Cuando
una artesana consigue un espacio de venta directa de su producto, se enfrenta
al regateo de los compradores, fenómeno que no es aplicado por los mismos en
tiendas artesanales o puntos de venta de Artesanías de Colombia. Así, quedan
cada vez más bajos los ingresos de quienes elaboran las piezas.
Bajo
esta cadena de operación comercial, la artesanía no puede ser considerada una
fuente de ingresos principal para estas personas porque no es una actividad
económica rentable si, además, se tiene en cuenta que la mayoría de las
artesanas vive en zona rural, y reparte el tiempo de la producción artesanal con
tareas agrícolas y del hogar.
Artesana
textil misak/Imagen propia
En
el Cauca opera la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, que ha certificado y
acompañado procesos como la Central Cooperativa Indígena del Cauca. Este tipo
de iniciativas para mejorar la vida de las familias rurales están volcadas exclusivamente
a lo agropecuario, ignorando que puede funcionar como otra fuente de recursos
para la comunidad como la artesanía textil, entre muchas otras. Quienes
convierten al departamento del Cauca en un atractivo turístico por su
gastronomía, por sus paisajes o potenciales caminatas, su artesanía o su
música, son esfuerzos personales o comunitarios, no programas estatales
organizados.
Al
patrimonio inmaterial que surge de las manos y las historias de cada artesano
caucano le urge una política regional que entienda la importancia de su labor y
le ayude a encontrar una ruta acertada de salida a sus productos. Es necesario
comprender que, más allá de una o dos ferias artesanales en el año, el valor
real del textil, tanto económico como de rescate tradicional, ayuda a sanar las
heridas que sigue dejando la guerra en el territorio y que tiene el potencial
para “desbloquear” a una región llena de riquezas patrimoniales y culturales.
Manuela Tascón Ruiz
Sem comentários:
Enviar um comentário