quinta-feira, abril 09, 2020

Artesanías, comercio y guerra

En 2014, planteé y llevé a cabo, de la mano de 3 comunidades tejedoras, el proyecto Vestuario, Conflicto y Territorio, con la comunidad indígena Misak en el departamento del Cauca, la comunidad campesina de Nobsa en Boyacá y la comunidad indígena Wayuu en la Guajira. Son 3 comunidades ubicadas a lo largo del país que me compartieron su tradición oral, los significados de sus vestuarios, su memoria ancestral - casi perdida con la muerte de los ancianos - y la afectación por tres ejercicios de violencia dentro del mismo conflicto interno colombiano.
El primer acercamiento fue con las comunidades tejedoras caucanas y ahí conocí la operación de comercio de la tercerización, que es el peor enemigo de las artesanas porque ignora por completo la importancia social que la artesanía cumple en la comunidad.
Las mujeres misak artesanas no tienen una ventana para mostrar sus textiles al mundo, ni siquiera al propio departamento; pero sus vestidos son un medio libre de comunicación, a través del cual cuentan su propia historia, sus raíces y en no pocos casos, las diferencias dentro de la propia comunidad.
El Cauca Misak es un territorio montañoso por donde ha trasegado la guerra, vestida de muchas formas, sin cesar en los últimos 50 años. Este fenómeno impidió el crecimiento turístico e industrial, las mejoras de la malla vial y cercó casi por completo territorios enteros del departamento. La misma capital del departamento, Popayán, ha sido cercada y bloqueada por semanas en al menos 5 ocasiones en la última década. Como resultado, la comunidad ha estado aislada de infinitas posibilidades de desarrollo económico distintas a la que ofrecen el narcotráfico y la guerra.


Imagen propia


La opción de venta de las artesanías en el Cauca se rige por la idea mercantilista del comercio “justo”, según la cual los artesanos textiles en Colombia deberían hacer una organización estructural para producir con mayor eficiencia, mientras se hace la concientización de potenciales compradores o interesados, para continuar con la instauración de redes interactivas y funcionales de comercio, con los artesanos tradicionales como base. Hoy en día, el Cauca entrega esta tarea a Artesanías de Colombia, una entidad nacional de carácter mixto público privada, en cuya mesa directiva la empresa privada tiene mayor peso. Esta entidad compra a las artesanas sus productos y los re-vende en grandes ciudades, garantizando su originalidad, y cobra al comprador hasta cinco veces más de lo pagado a las artesanas.
Cuando una artesana consigue un espacio de venta directa de su producto, se enfrenta al regateo de los compradores, fenómeno que no es aplicado por los mismos en tiendas artesanales o puntos de venta de Artesanías de Colombia. Así, quedan cada vez más bajos los ingresos de quienes elaboran las piezas.
Bajo esta cadena de operación comercial, la artesanía no puede ser considerada una fuente de ingresos principal para estas personas porque no es una actividad económica rentable si, además, se tiene en cuenta que la mayoría de las artesanas vive en zona rural, y reparte el tiempo de la producción artesanal con tareas agrícolas y del hogar.

Artesana textil misak/Imagen propia

En el Cauca opera la Coordinadora Estatal de Comercio Justo, que ha certificado y acompañado procesos como la Central Cooperativa Indígena del Cauca. Este tipo de iniciativas para mejorar la vida de las familias rurales están volcadas exclusivamente a lo agropecuario, ignorando que puede funcionar como otra fuente de recursos para la comunidad como la artesanía textil, entre muchas otras. Quienes convierten al departamento del Cauca en un atractivo turístico por su gastronomía, por sus paisajes o potenciales caminatas, su artesanía o su música, son esfuerzos personales o comunitarios, no programas estatales organizados.
Al patrimonio inmaterial que surge de las manos y las historias de cada artesano caucano le urge una política regional que entienda la importancia de su labor y le ayude a encontrar una ruta acertada de salida a sus productos. Es necesario comprender que, más allá de una o dos ferias artesanales en el año, el valor real del textil, tanto económico como de rescate tradicional, ayuda a sanar las heridas que sigue dejando la guerra en el territorio y que tiene el potencial para “desbloquear” a una región llena de riquezas patrimoniales y culturales.


Imagen realizada por Verónica Rafaela Forero Rodríguez


Manuela Tascón Ruiz

(Artigo de opinião produzido no âmbito da unidade curricular “Património Cultural e Políticas de Desenvolvimento Regional”, lecionada ao Mestrado em Património Cultural, do ICS/UMinho)

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